viernes, 30 de diciembre de 2016

Te atreves a cruzar el puente?

Dedicado a  Mercedes y Thiago, mis nativos digitales

Como muchos de mi generación, vengo atravesando un puente, como lo describe bien una persona excepcional como Cosette Castro, entre el mundo analógico al digital. Este nobel proceso de alfabetización digital al que me vengo sometiendo es indispensable en estos tiempos, en especial para un padre “viejo” con “wawuas” chicas que han nacido en el ambiente digital de nuestros tiempos. Mi hija Mercedes de 9 años me enseño, hace poco, que existen portales donde la comunicación multimedia es fluida y discurre en un ambiente de convergencia; el portal se llama SHAREit y es de lo mas simpático por que asumes el rol de un objeto animal, vegetal y mineral, además de visibilizar el concepto de radar en la búsqueda de los actores. Yo jamás hubiera pensado en “portales de comunicación” (como me dijo ella textualmente) que estén al margen del concepto de la radiodifusión abierta de los años 70. Raudamente, el fenómeno de la convergencia viene participando de nuestras vidas y las transforma en fuentes de creación de nuevas formas de comunicación.

En estos tiempos de revolución digital, los desafíos en las formas de producir contenidos son múltiples, se experimenta con la extrapolación de historias que con el transcurso de la trama, los defectos, los sueños y los pecados de los protagonistas son, en realidad, muy similar a los nuestros; la interactividad se profundiza y los modelos de negocio y los operadores buscan formas innovadoras y creativas de producir y de llevar entretenimiento de alta calidad a las audiencias a través de plataformas de TDT, OTT y otras que están disponibles permitiendo el acceso a bibliotecas seleccionadas de contenidos a través de múltiples dispositivos conectados. Para muestra un botón, Netflix ha decidido apostar por una propuesta global de video streaming, aún con más fuerza al contenido original y buscará el próximo año, superar las 600 horas producidas en 2016 con una inversión mayor a los USD 6000 millones.

Los que hemos tomado la decisión de cruzar el puente debemos enfrentarnos con un ecosistema que requiere el desarrollo de habilidades y destrezas diferentes al chorro morro, al trompo y al duelo de chutis de bolitas que desarrollamos en las épocas de las dictaduras que azotaron la mente y cuerpo de muchas generaciones de bolivianos. Ahora  71,5 de cada 100 bolivianos tiene telefonía fija o celular, 23,3 de cada 100 tiene computadora y 9,4 de cada 100 tiene servicio de Internet. Recuerdo que por el año 1970 mi padre había comprado un televisor en blanco y negro que todos los amigos del barrio asistíamos asombrados desde las 3 de la tarde, con una sesión previa de “carta de ajuste” que llenaba de alegría el espíritu de esos pocos analfabetos digitales.

Cruzar el puente requiere de valor por que no es fácil enfrentarse a los nativos digitales y hablar su mismo idioma. Mi pequeño Thiago es completamente digital y me sacude el alma cuando sus pequeños dedos le sacan “el jugo” a mi Smartphone y se zambulle en el éter informático. El audiovisual ha ganado espacio en sus vidas, así como nosotros nos dejamos seducir por Kaliman y el pequeño Solin y sus aventuras contra los representantes del mal. Los nativos digitales cuentan con una visión horizontal, transversal y coordinada propia de las plataformas de comunicación multimedia, que van más allá de los fierros de las redes de telecomunicaciones, y desarrollan aptitudes y actitudes transparentes ante las múltiples pantallas que rodean sus vidas y con las cuales interactúan de par a par. Yo tuve mi primer celular a los 30 años y hasta hace poco me limite a usar el control remoto solo para cambiar de canal y variar el volumen.


Yo me atreví a cruzar el puente y quienes se niegan a ello, tendrán que conformarse con usar el facebook o el whatsapp para desatar sus demonios y dar rienda suelta a sus enfermizas mentes coloniales. Bolivia cambio, pese a quien pese.